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dimarts, 30 d’agost del 2011

Líquidos exóticos

Que los astrónomos son gente bastante rarita, es cosa de dominio público. Pero un par de noticias aparecidas esta semana nos han confirmado que pueden llegar a focalizar un interés casi morboso por los fluidos extraterrestres... ¡solo se necesita que sean lo bastante extraños!

Las noticias apuntadas se refieren a dos vecinos de nuestro Sistema Solar. En la primera, Alfred McEwen, del High Resolution Imaging Science Experiment (HiRISE), publicó el viernes pasado en Science un sesudo informe en el que culpabiliza a una presunta agua marciana (salada, para más señas) de la aparición cíclica y reiterada de unas extrañas franjas oscuras que parecen arañar algunas pendientes del Planeta Rojo al llegar el verano marciano, y que se esfuman con el frío invernal.

De confirmarse las ideas de McEwen (trabaja en la Universidad de Arizona, así que entiende de desiertos), estaríamos ante lo más cercano que hemos estado jamás de descubrir pruebas de la existencia de agua líquida en la superficie de Marte. Sabemos que hay agua congelada cerca de la superficie en muchas regiones de latitudes intermedias o altas, pero si estudios posteriores de estas recurrentes huellas de flujos aportan evidencia de agua salada, podrían ser los primeros lugares en los que se detecte agua líquida marciana.

Más info aquí


Y si lo del agua marciana no te sulibeya lo suficiente, seguro que lo del fluido joviano lo logra.

Todos sabemos (rápido, ¡a repaso!) que Júpiter está compuesto en un 90% por átomos de hidrógeno, con un 10% de helio y porcentajes mínimos de otros elementos. En las capas superiores del planeta, el hidrógeno es un gas similar al que conocemos en la Tierra, pero si nos sumergimos en las profundidades de la pesada atmósfera joviana, la inconcebiblemente intensa presión atmosférica convierte gradualmente a nuestro conocido gas en un líquido muy denso. Finalmente, la presión alcanza tales magnitudes que consigue arrancar los electrones de los átomos de hidrógeno y el líquido se vuelve tan conductor como el metal. La mágia de la física.

Según explica David Stevenson (físico planetario), “el hidrógeno líquido metálico tiene una viscosidad baja, como el agua, y es un buen conductor eléctrico y térmico. Y refleja la luz como si fuese un espejo; de modo que, si uno se sumergiese en él (ahora mismo proclamo que no sé nadar) no podría ver nada”.

Aunque este estado del hidrógeno nos es conocido (ha podido fabricarse en laboratorio, aunque en pequeñas cantidades y durante tiempo limitado), en el interior de Júpiter puedenhaber verdaderos océanos del mismo. Y la existencia de este material se confirma indirectamente: el líquido conductor, agitado por la rápida rotación joviana (días de 10 horas) se convierte en una poderosa dinamo. Y efectivametne, la potente magnetosfera de Júpiter es la más intensa del Sistema Solar, propiciando luminosísimas auroras que iluminan sus polos.

Sin embargo, aunque la existencia del extraño líquido de Júpiter está bastante bien evidenciada, no conocemos el modo en que se estructura el interior del planeta gigante. Y esa es la misión de la nave espacial Juno, lanzada el viernes pasado. Más info aquí

Así que ya lo sabéis: ¡Be hydrogen, my friend!

Xavier

dissabte, 27 d’agost del 2011

Catástrofe sideral

Bueno, al menos lo es para los teóricos habitantes de mundos cercanos a lo que era la anónima estrella que acaba de convertirse en la supernova PTF 11kly. 
 
Según informan desde Berkeley, el explosivo acontecimiento fue descubierto hace pocos días con el telescopio Samuel Oschin de 1,2 metros situado en el observatorio Mount Palomar, y se ha localizado en la fotogénica Galaxia del Molinillo (M101 para los puristas).

M101 está apenas a 21 millones de años-luz de la Tierra, cosa que convierte a la nueva nova (valga la redundancia) en el acontecimiento de este tipo más cercano en décadas. Eso ha provocado que, en todo el mundo, gran cantidad de telescopios de todo tamaño se hayan orientado hacia esa zona del cielo. 
 
Según las primeras estimaciones, PTF 11kly es una supernova de Tipo Ia, de manera que debería evolucionar en las próximas semanas hasta alcanzar una magnitud de alrededor de 10, cosa que permitiría localizarla con telescopios relativamente modestos.

¡Ánimo, observadores!  Desde luego, no será una supernova como la que vio Kepler, pero algo es algo...

Xavier

dimecres, 24 d’agost del 2011

¡Más madera!

Seguro que días atrás oísteis hablar de la sonda DAWN, la nave espacial norteamericana que ha entrado en órbita alrededor del asteroide Vesta (fue noticia hasta en los periódicos). Hay, sin embargo, un aspecto técnico sobre el cual no se ha incidido demasiado: la propulsión de la nave.

Aunque ya se había usado antes, la DAWN es la misión más importante (y exitosa) en que se ha empleado un motor iónico. ¿A que suena a ciencia ficción?: “motor iónico” ¡qué cool!

Efectivamente, DAWN ha usado propulsión iónica para acercarse a Vesta una vez abandonado su cohete de despegue tipo Delta. Y volverá a usar este motor para, en su momento, abandonar el asteroide y propulsarse hacia su siguiente objetivo: Ceres. Los motores iónicos ofrecen un empuje mucho menor que los motores-cohete químicos, pero su gestión del combustible es extraordinariamente eficiente, cosa que les permite mantenerse en funcionamiento mucho más tiempo.

Esquemáticamente, un impulsor de iones emplea la energía, obtenida con grandes paneles solares, para ionizar el combustible (xenón), acelerándolo mediante un potente campo eléctrico establecido entre dos rejillas. Una vez obtenida la aceleración, se inyectan electrones en el chorro ionizado para mantener el plasma eléctricamente neutro. Toda esta parrafada queda perfectamente ilustrada con el gráfico que incluimos, gentileza de la NASA.

Si os ha picado el gusanillo del motor iónico, tened paciencia, que a mi me ha pasado lo mismo: en cuanto sepa más, os lo explico.

Xavier.

dimecres, 17 d’agost del 2011

Buscando una Perséida


El pasado fin de semana, millones de nativos de este planeta se arriesgaron a descoyuntarse el cuello mirando con fruición hacia arriba, con la esperanza de descubrir el ténue rastro luminoso que delata la inmersión de un resto del cometa Swift-Tuttle en la atmósfera terrestre. Sin embargo, unos pocos tuvieron que mirar… ¡hacia abajo!

Como, por ejemplo, el astronauta Ron Garan, que tomó esta impactante fotografía el 13 de agosto desde la Estación Espacial Internacional (ISS), a 380 km por encima de nuestras cabezas, en una posición indudablemente más cómoda que la que tuvimos que adoptar el común de mortales.

¿Vísteis alguna Perséida, a pesar de la agresiva luminosidad lunar? No desesperéis: el año próximo acudirán puntualmente, una vez más, a su cita veraniega.

Xavier